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La Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (Asaja) fue portadora de malas noticias. En la campaña de invierno de 2018/2019 la superficie destinada a los cultivos de oleaginosas y cereales disminuyó considerablemente. Por ende, la cosecha será menor. Las cifras ubican en un 5% la debacle general, lo que representa unas 300 mil hectáreas menos. Al parecer, el clima y un desaliento entre los agricultores son las causas principales.

En la campaña anterior se sembraron 5,5 millones de hectáreas y en la actual 5,2 millones. Incluso, uno de los cereales más apreciados como el maíz, también fue parte del negativo balance. Y es que sembrar el “cereal de invierno” no deja ganancias suficientes a productores y trabajadores del campo. No es rentable, según dijeron representantes de Asaja.

La situación ha instaurado un desánimo generalizado, que ha traído como consecuencia el cambio a otros cultivos alternativos, entre ellos los leñosos. También los labriegos prefieren aprovechar los terrenos para dedicarlos al barbecho.

Muchos de los que se han visto afectados por la situación, aseguran que los costos para producir se han elevado y eso deja un margen muy bajo de ganancias. Afirman que deben invertir más en el control de plagas, por las diversas prohibiciones de pesticidas que ha decretado la Unión Europea y el gobierno español. Mientras, otras naciones no viven esta realidad y llevan sus productos al mercado europeo con mejores precios.

Clima desfavorecedor para el cultivo

Por si fuera poco, las condiciones meteorológicas tampoco soplaron a favor de los agricultores durante esta campaña. Las variedades tempranas tuvieron una sementera inestable, pues no llovió lo suficiente para el proceso. Lo contrario ocurrió con los cultivos tardíos, pues se retrasó la colocación de las semillas ante la demasía de agua que dejaron las precipitaciones de noviembre. Por ende, el ciclo de nascencia fue diferente a lo acostumbrado. Incluso, en las explotaciones de colza se generó el levantamiento del sembradío.

La aparición de plagas, malas hierbas, animales silvestres y enfermedades también contribuyó en la merma de terrenos dedicados a las plantaciones de estos rubros. A los trabajadores se les ha hecho cuesta arriba suplantar los productos químicos y pesticidas prohibidos por las autoridades.

La falta de mecanismos y sustancias eficientes para controlar males comunes de los cultivos ha obligado a los recortes productivos. Similar efecto ha tenido el veto a la quema de rastrojos. Esta práctica, que era habitual en muchas regiones, ayudaba al desarrollo de la siembra.