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El trigo es el cereal más consumido en el mundo y se considera fundamental para la alimentación de los seres humanos. Su principal enemigo es un hongo que amenaza con destruir su cultivo.

Esta peste no es nueva. Desde hace 40 años, aproximadamente, miles de agricultores han lidiado con setas que acaban constantemente con los sembradíos. Incluso, varias familias habían sido controladas. No obstante, desde comienzos del presente siglo, han proliferado en África nuevas cepas que se han repartido hacia Oriente Medio, Asia Central y Etiopía. Otras nacieron en Europa, y no han podido desterrarse. Se trata de la roya, un hongo denominado Puccinia striiformis. 

A principios de 2016, científicos de todo el planeta se activaron para atacar a la roya, una plaga mortal para los cultivos. Sus acciones forman parte de un plan diseñado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en el que participan diversas entidades de investigación, como el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo y el Centro de Referencia Mundial sobre la Roya de la Universidad de Aarhus. Su meta es disminuir la fragilidad de las plantaciones ante tres clases de roya de trigo: la negra o del tallo, la parda o de la hoja, y la amarilla. Esta roya amarilla es considerada una amenaza para Europa.

Fazil Dusunceli, funcionario del departamento de Protección Vegetal de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha explicado que cuando la plaga ataca, los campesinos ven perder hasta un 80% de su cosecha. De allí que reducir la vulnerabilidad de los cultivos y conocer las formas de propagación del organismo es vital para evitar epidemias y pérdidas. La roya es tan perjudicial, que de no exterminarse habría un desabastecimiento global del trigo.

Foto: Pixabay.com

Uno de los investigadores principales es Ravi P. Singh. Él estudia el fenómeno desde hace 20 años, y ha comentado que la cepa más difícil de frenar ha sido la del tallo, denominada Ug99, pues se esparce con facilidad. Esta movilidad hace que sea casi imposible de contener.

Crear cultivos más resistentes es el objetivo, pero también se hace uso de fungicidas. La mayor dificultad de esto es que los agricultores a pequeña escala tienen muy poco acceso a los químicos creados para tal fin y eso merma las posibilidades de éxito en el combate.

En los países europeos, la roya amarilla es el enemigo número uno. Nuevas razas perjudican a las variedades que eran más fuertes, y algunas se han vuelto resistentes a los compuestos empleados para su erradicación. Esto mantiene en vilo e incertidumbre a los agricultores.

Foto. Pixabay.com

A través del Centro de Referencia Mundial sobre la Roya (GRRC) se hace un trabajo preventivo, para detectar posibles brotes y tomar acciones oportunas, pero los cambios climáticos no ayudan en el proceso. Especialmente, los inviernos suaves sirven de caldo de cultivo para el hongo.

Mientras tanto, en los laboratorios se experimenta con plantas que están en cuarentena, y se desarrollan sistemas de alerta. Además, los científicos elaboran métodos para la detección de razas exóticas para frenarlas a tiempo. Analizar los riesgos es imperioso y, afortunadamente, los estudios son alentadores.

En el portal web especializado agronewscastillayleon.com explican que “el uso de variedades resistentes ha sido una de las mejores medidas para combatir la roya amarilla. De hecho, una de las razones por las que no ha habido epidemias severas de roya amarilla durante estos últimos años en España, es porque la mayor parte de las variedades cultivadas, llevaba incorporados genes de resistencia efectivos contra las cepas predominantes del hongo”.