Luego de dos años de intensos debates, la renovación de la licencia del glifosato fue aprobada. Con 18 votos a favor, 9 en contra y 1 abstención, la Unión Europea autorizó el uso de este herbicida durante cinco años más, hasta diciembre de 2022. El compuesto fabricado por la empresa Monsanto, es de común utilización en cultivos transgénicos y tradicionales, para evitar el crecimiento de malas hierbas.
Hasta hace algún tiempo su nombre sólo se oía en el sector agrícola, pero un estudio que vinculó su aplicación con la aparición de tumores en ratones, y un análisis que lo proclamó como “probablemente cancerígeno”, desató una serie de reuniones y protestas para discutir su salida del mercado europeo.
La falta de un consenso obligó a llevar el caso al Comité de Apelación de la Comunidad Europea, el cual requería de una mayoría cualificada con el respaldo del 55% de los países, para una representación del 65% de la población. La misma se consiguió con el cambio de posición de Polonia, Rumanía, Bulgaria y Alemania, los cuales se habían abstenido en el encuentro anterior.
Las naciones que mantuvieron su rechazo fueron Grecia, Croacia, Bélgica, Chipre, Francia, Italia, Malta, Austria y Luxemburgo. Portugal conservó su abstención y el resto manifestó su respaldo a la extensión del permiso de comercialización del químico.
Posiciones encontradas sobre el glifosato y los cultivos
A pesar de que cinco años sólo representa una tercera parte de los 15 que, generalmente, se asignan a esta clase de productos, activistas medioambientales como Amigos de la Tierra, Ecologistas en Acción y Greenpeace, entre otros, han demostrado su desacuerdo ante el dictamen. Todos reiteraron su posición de que el glifosato es dañino para el ecosistema y la ciudadanía. Junto a ellos, representantes de los países opositores insisten en buscar opciones más saludables para sustituir el pesticida.
Del bando de los triunfadores también han surgido comentarios, pero más positivos. Por ejemplo, la directora de la Federación Europea para la Agricultura de Conservación, Paula Triviño, ha dicho que la prohibición del glifosato afectaría de manera global la agricultura en el continente. Considera que de haberse negado la propuesta de renovación, se habría forzado a los agricultores a llevar a cabo tareas de laboreo más intensas en el suelo, y a emplear otros fitosanitarios más costosos y quizás con más perfiles de toxicidad.
Lo cierto de la situación, es que la sentencia de la CE comenzará a regir a partir del 15 de diciembre, y el glifosato se seguirá usando en las distintas fases de la siembra. Y es que sus alcances han llegado al secado de plantas como la caña de azúcar, el mantenimiento de jardines, la pulverización de aceras y la destrucción de cultivos nocivos, como la cocaína.